Este 13 de mayo de 2025, Uruguay y el mundo despidieron a una figura irrepetible: José "Pepe" Mujica, quien falleció a los 89 años en su chacra de Rincón del Cerro, tal como vivió, rodeado de sus afectos más cercanos, en silencio, sin protocolos, como a él le gustaba.
Más que un expresidente, Mujica fue un símbolo de coherencia, sencillez y entrega. No es fácil encontrar en la historia reciente a un líder que haya vivido exactamente como pensaba, que haya hecho de su vida un mensaje político y de su palabra, un faro de humanidad. En este blog, Mensaje Positivo, donde tantas veces compartimos las mejores frases del Pepe Mujica, llenas de sabiduría, no podíamos dejar de rendirle homenaje.
El final anunciado de un guerrero
Desde hacía meses, Mujica había sido claro: no lucharía contra el cáncer de esófago que lo afectaba desde 2024. Con la serenidad de quien ha hecho las paces con la vida, dijo:
“Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso”.
No hubo drama, solo aceptación. Así era Pepe. Su último deseo también fue una muestra de su autenticidad: pidió ser enterrado bajo una secuoya en su chacra, junto a su inseparable perra Manuela. Un gesto simple, pero lleno de sentido.
Un presidente distinto
Gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, dejando una huella imborrable. En ese periodo, se aprobaron leyes progresistas como la legalización del matrimonio igualitario, la regulación del cannabis y la interrupción voluntaria del embarazo. Sin embargo, su mayor impacto no vino por decretos, sino por su ejemplo de vida.
Rechazó vivir en la residencia presidencial. Prefirió quedarse en su humilde chacra, con su Volkswagen Fusca, sus perros, su mate y su tierra. Donó el 90% de su salario como presidente a causas sociales. Vestía con ropa sencilla, hablaba sin rodeos y nunca se dejó encandilar por el poder.
Su autenticidad se convirtió en una rareza en la política mundial, y eso lo hizo único. Mujica no hablaba desde un pedestal, hablaba desde el barro, con palabras que salían del corazón y llegaban al alma.
Un mensaje universal
Pepe Mujica trascendió fronteras. Lo invitaron a hablar en universidades, foros internacionales y asambleas globales. ¿Su mérito? Decir verdades incómodas con una sonrisa en la cara y una flor en el ojal.
Sus discursos no necesitaban tecnicismos. Eran pensamientos simples, casi campesinos, pero llenos de profundidad. Como cuando en la ONU dijo:
“Venimos al mundo para ser felices, no para ser esclavos del mercado”.
Ese tipo de frases, que hemos compartido tantas veces en este blog, no eran slogans vacíos. Eran el reflejo de una filosofía de vida basada en la sobriedad, el amor por la naturaleza, el valor del tiempo y la conciencia de los límites del consumo.
Mujica, el sembrador de ideas
A muchos nos marcó con sus palabras. Nos hizo pensar, cuestionar, detenernos un momento. Nos enseñó que el éxito no es tener más, sino necesitar menos. Que el poder sin empatía es vacío. Que la política puede ser servicio, no ambición.
Nos dejó un legado que va más allá de la política: una forma de vivir con conciencia, sin máscaras, con los pies en la tierra y el corazón abierto.
En tiempos de tanto ruido, Pepe era silencio. En medio de tanta pose, él era verdad. En un mundo de egos, él era humildad.
Su vida fue su mejor discurso.
Un adiós con gratitud
Hoy no lo despedimos con tristeza, sino con agradecimiento. Porque personas como Mujica no se van del todo. Quedan en sus frases, en sus gestos, en sus actos, en los millones que lo escuchamos y lo sentimos cercano, aunque nunca lo hayamos visto en persona.
Queda su huella, su Fusca, su perro, su mate, su voz pausada, sus silencios llenos de contenido.
Y queda, sobre todo, esa semilla que sembró en cada uno de nosotros: la de vivir con menos, pero mejor. La de pensar más y correr menos. La de no olvidar que la vida es ahora, y que lo importante no siempre se compra.
Gracias, Pepe, por tanto. Descansá tranquilo, guerrero.
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