La mano incorrupta de santa Teresa de Jesús
Según la leyenda, Santa Teresa de Jesús fue exhumada diez meses después de su muerte, que data de 1582. Su cuerpo estaba incorrupto, por lo que el párroco al cargo decidió cortarle la mano y entregársela a las monjas Carmelitas como reliquia sagrada. La mano fue insertada en una especie de guantelete de plata dorado con piedras preciosas incrustadas en él.
El tiempo pasó y el guantelete fue de convento en convento hasta llegar a comienzos del siglo XX a Ronda, en Málaga. Pero durante la Guerra Civil, el bando republicano asaltó varias iglesias, entre ellas la de las Carmelitas, y se hizo con la reliquia, a la que habían bautizado como Mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús. Al tomar la ciudad de Málaga las tropas del bando nacional, encontraron la pieza y se la llevaron a Valladolid, donde fue expuesta junto a otros relicarios.
Y aquí es donde entra Francisco Franco en juego. El dictador pidió una autorización eclesiástica para llevarse la reliquia a su propia casa, en el Palacio de El Pardo. Pese a que las Carmelitas le pidieron que se la devolviera, él se negó, afirmando que la conservaría para seguir venerándola. Su devoción por la reliquia, a la que confería poderes sobrenaturales, fue tal, que además de dormir junto a ella, se la llevaba en algunos de los viajes que hacía por la península. Incluso cuentan que cuando cayó enfermo en 1975 pidió que su habitación fuera convertida en unidad de cuidados intensivos para no separarse de ella. Tras su muerte, la reliquia de Santa Teresa de Jesús regresó a Ronda, encontrándose en la actualidad en el convento de la Merced.
Mujeres estériles son las que con más devoción acuden a la mano de la doctora de la Iglesia, que se exhibe todos los días a la hora de la misa, en una hornacina, a los pies de la Virgen, y el resto del día en una capilla.
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