Los pensamientos y las emociones están íntimamente relacionados y pueden experimentarse juntos, pero son distintos.
¿Qué son los pensamientos?
Los pensamientos son cogniciones mentales: nuestras ideas, opiniones y creencias sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea. Incluyen las perspectivas que aportamos a cualquier situación o experiencia que colorean nuestro punto de vista (para bien, para mal o neutral).
Un ejemplo de un pensamiento de larga duración es una actitud, que se desarrolla a medida que los pensamientos se repiten una y otra vez y se refuerzan.
Si bien los pensamientos están moldeados por las experiencias de la vida, la genética y la educación, generalmente están bajo control consciente. En otras palabras, si eres consciente de tus pensamientos y actitudes, puedes elegir cambiarlos.
¿Qué son las emociones?
Puede ser útil pensar en las emociones como el flujo y la experiencia de sentimientos, por ejemplo, alegría, tristeza, ira o miedo. Las emociones pueden desencadenarse por algo externo (ver sufrir a un amigo o ver una película) o algo interno (un recuerdo perturbador).
Si bien las emociones son universales, cada persona puede experimentarlas y responder a ellas de manera diferente. Algunas personas pueden tener dificultades para comprender qué emoción están experimentando.
Las emociones sirven para conectarnos con los demás y ayudan a cultivar fuertes lazos sociales.
Este puede ser el propósito evolutivo de las emociones: las personas que pudieron formar vínculos fuertes y lazos emocionales se convirtieron en parte de una comunidad y tenían más probabilidades de encontrar el apoyo y la protección necesarios para sobrevivir.
Según Christakis y Fowler, “Las personas de todo el mundo tienen diferentes ideas, creencias y opiniones, diferentes pensamientos, pero tienen sentimientos muy similares, si no idénticos”.
¿Qué influye en las emociones?
Investigadores como Nicholas Christakis y James Fowler, autores de Connected, también han descubierto que las emociones son “contagiosas”. Tenemos una tendencia a imitar los estados externos de los demás (por ejemplo, al sonreír cuando alguien nos sonríe), y nuestros estados externos pueden afectar los internos (¡sonreír puede hacerte sentir feliz!).
Las emociones también pueden verse influenciadas por otros factores:
Las tradiciones y creencias culturales pueden afectar la forma en que un grupo o un individuo expresan sus emociones. Hay algunas culturas en las que se considera de "mala educación" expresar emociones de una manera que puede considerarse saludable y apropiada en otras culturas.
La genética (o, más específicamente, la estructura del cerebro y la personalidad, incluido el autocontrol) puede afectar la expresión emocional de un individuo o una familia. (Si bien la composición genética de una persona no se puede alterar, el cerebro es otra historia, según el neurocientífico Richard Davidson. Ha identificado seis "estilos emocionales" distintos que se basan en la estructura de nuestro cerebro pero que se pueden remodelar con la práctica).
Condiciones físicas: los tumores cerebrales, los accidentes cerebrovasculares, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple, el Alzheimer y las enfermedades metabólicas, como la diabetes y los trastornos de la tiroides, pueden hacer que las respuestas emocionales de una persona cambien drásticamente.
Lo que pensamos impacta en lo que sentimos
¿Este perro es agresivo o no? Los pensamientos y las emociones tienen un efecto profundo entre sí. Los pensamientos pueden desencadenar emociones (preocuparse por una próxima entrevista de trabajo puede causar miedo) y también sirven como una evaluación de esa emoción ("este no es un miedo realista"). Además, la forma en que atendemos y evaluamos nuestras vidas tiene un efecto en cómo nos sentimos. Por ejemplo, una persona con miedo a los perros probablemente preste mucha atención al perro de enfrente y considere que el perro se acerca como una amenaza, lo que provoca angustia emocional. Otra persona que valore el acercamiento del perro como amistoso tendrá una respuesta emocional muy diferente a la misma situación.
¿Podemos cambiar nuestros pensamientos y emociones?
Tendemos a creer que las emociones son solo "parte de nosotros" y no se pueden cambiar. La investigación, sin embargo, ha establecido que las emociones son maleables. Se pueden cambiar por:
- Alterar una situación externa (divorciarse de un cónyuge abusivo)
- Cambiar nuestra atención (elegir enfocarnos en un aspecto más positivo de una situación)
- Reevaluar una situación (el próximo examen es una oportunidad para aprender, no una evaluación de mi valor personal).
La forma en que elegimos vivir nuestras vidas tiene un tremendo poder sobre la forma en que nos sentimos todos los días.
Sonja Lyubomirsky y otros investigadores de la positividad han descubierto que el 50 % de la felicidad está determinada por su "punto fijo" o genética, y el 10 % está determinado por sus circunstancias (finanzas, salud, situación de vida). El otro 40 % se basa en sus propios esfuerzos intencionales para ser más feliz, lo que significa que tiene una gran influencia en cómo se siente.
Ciertos tipos de entrenamiento mental, como la atención plena o el pensamiento positivo, pueden afectar nuestra percepción del mundo y hacernos sentir más tranquilos, resistentes y felices. Otros investigadores han identificado muchas otras actitudes útiles, como el perdón, la gratitud y la bondad, que se pueden cultivar con la práctica.
Si es consciente de sus pensamientos y emociones, ¡puede elegir cambiarlos!
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