Mi madre me dijo que Laika volvió sana y salva de las alturas y yo la creí durante un tiempo, hasta que fui mayor.
En clase de Sociales revelaron que Laika no había vuelto y no paré de llorar en días.
A los demás niños esto no les importó, cogieron su bocadillo y salieron al recreo a jugar.
Yo me senté en las escaleras que daban a la salida del colegio mientras me comía mi pastelito del papel dorado que por dentro sabía a licor y sin dejar de pensar en Laika.
Laika me ha perseguido desde entonces.
Muchas veces he vuelto a llorar por Laika.
Se cumplen 61 años no de su lanzamiento al espacio, sino de su muerte y hasta hace poco no me he atrevido a saber qué sucedió a Laika.
Su condena fue ser una perrita callejera y tener tan buen carácter.
La escogieron por su tamaño pequeño y por ser tan buena.
Durante meses la entrenaron y sometieron a todas las torturas posibles, desde encerrarla en un espacio tan pequeño donde no podìa ni ponerse de pie, hasta meterla en cabinas centrifugadoras o dejarla sin comer durante días.
Lo que nunca me he podido quitar de la cabeza es cómo murió Laika.
Laika no murió por falta de oxígeno a los días como dicen los rusos y sin sentir dolor.
Laika murió al poco de ser lanzada por la alta temperatura y por el pánico y estrés tan grande producido por el ruido y los movimientos de la nave.
Así murió Laika, escogida por ser callejera y estar acostumbrada a pasar calamidades y por ser buena y dócil.
Todos los niños pusieron Laika a sus perros y en Moscú se levantó una estatua en su honor.
Laika era un número, un experimento, nada.
¿Quién se acuerda de Laika? Yo sí me acuerdo de Laika, más de lo que debiera.
Como siempre el hombre usando a su antojo a seres indefensos, lanzados a la muerte.
La Perra Laika
El 3 de noviembre del año 1957, la perra Laika, el primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra, era enviada al espacio a bordo de la nave soviética Sputnik 2, un mes después de que fuera lanzado el satélite Sputnik 1. Lamentablemente, también fue el primer animal fallecido en el espacio. Laika fue sujetada con un arnés y conectada a electrodos que monitoreaban sus señales vitales. La cabina contaba con un sistema regenerador de aire que le proveía oxígeno, alimento en forma de gelatina y una bolsa que recogía sus excrementos. Finalmente, el animal murió entre cinco y siete horas después del lanzamiento, mucho antes de lo previsto. Se cree que las causas de su muerte fueron el estrés y el sobrecalentamiento, producido por una falla del sistema de control térmico de la nave. No obstante ello, la misión fue un éxito, al recabar importante información científica sobre el comportamiento de los seres vivos en el espacio.
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