Historia sobre educación: El doctor Pepito y su paciente
-¿Y tú, Pepito, qué quieres ser de grande?
-Quiero ser doctor, maestra.
-¿Por qué elegiste esa profesión?
-Para superarme y enfrentar la vida; salvar vidas y ver sonreír a los familiares de los pacientes, al darles buenas noticias...
Asombrada, la señora seguía escuchando las palabras tan llenas de madurez de Pepito, que para su edad, ocho años, eran de admirarse.
-Quiero ayudar a los enfermos, aplicar el juramento hipocrático, porque quiero servir con pasión a la sociedad, no por interés económico, sino por mi vocación de servir.
-Muy bien, Pepito. Niños un aplauso fuerte para su compañero.
Pasaron los años y José Ángel, mejor conocido como Pepito, cumplió su deseo y se graduó en medicina general, especializándose después en Cardiología.
Cierto día, le llevaron a una anciana para hacerle un electrocardiograma, él la reconoció, asombrado, y empezaron a platicar como viejos amigos.
-Me da gusto saludarla de nuevo, señora. Quizá no me recuerde, yo soy José Ángel Cano Vargas ¡Fui su alumno en tercero de primaria!
-¡Hola, Pepito! Perdón, doctor José Ángel...
-No se preocupe, puede seguir llamándome Pepito. Durante estos años que me he quemado las pestañas estudiando, aprendí que la humildad tiene que ir siempre por delante, y que mi título no forma parte de mi nombre, por eso, a mis pacientes les pido que no me digan "doctor" en la calle, porque en la calle no ejerzo mi profesión, ahí solo soy una persona más.
-Me da gusto que hayas cumplido tu deseo, muchacho. Y mira que parece que fue ayer cuando estabas en mi clase. Ayer fuiste mi alumno y ahora eres mi doctor.
-Así es, señora. Y créame que de no ser por usted, no estaría donde estoy.
-Así es, Pepito. Todos los profesionales pasaron por manos de un maestro.
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