Probé todo lo que puedes imaginar: afirmaciones, reconfigurar creencias limitantes, autoayuda,
trabajo emocional profundo... pero nada parecía funcionar de verdad y de forma consistente... hasta que descubrí el poder de los "Los cuatro acuerdos de la sabiduría Indígena Totelca"... y ahí es cuando todo cambió.
Sí, cuidamos nuestros cuerpos físicos... nuestras mentes... nuestras emociones... pero con frecuencia, descuidamos nuestros cuerpos energéticos.
Sin importar tus antecedentes o creencias... la energía nos afecta... más de lo que sabemos. Por ejemplo: cada vez que vas al supermercado y alguien de ahí tiene una vibra "negativa"... la sientes en la boca de tu estómago... O cada vez que cuelgas la llamada de alguien que se siente
"APAGADO"... te afecta... también comienzas a cargar ese sentimiento a lo largo de tu día...
Pero es más profundo que eso... MUCHO más profundo... eso es solo a nivel de la superficie... Una vez acepté el hecho de que la energía, ya sea que la vea o no, afecta mi realidad... y comencé a sumergirme para dominar mi cuerpo energético y sanarlo... entonces, la vida comenzó a suceder
PARA mí, en lugar de a mí. Comencé a ser más confiado... más tranquilo... más vivo... más vibrante... y comencé a sentirme YO de nuevo.
Las cosas que más quería en la vida comenzaron a llegar hacia mí, como era de esperarse y de manera regular.
Comencé a atraer relaciones más saludables a mi vida; y las tóxicas, comenzaron a desaparecer.
Por fin... libertad, abundancia y éxito no eran solo un "sueño", sino una realidad cotidiana para mí.
Los cuatro acuerdos de la sabiduría Indígena Totelca
- No supongas: Si sospechas, pregunta. Suponer te hace inventar historias increíbles que solo envenenan tu alma y que no tienen fundamento.
- Honra tus palabras: Lo que sale de tu boca es lo que eres tú. Si no honras tus palabras, no te estás honrando a ti mismo, no te amas.
- Haz siempre lo mejor: Si siempre haces lo mejor que puedas, nunca podrás recriminarte ni arrepentirte de nada.
- No te tomes nada de manera personal: Ni la peor ofensa. Ni el peor desaire. Ni la más grave herida. En la medida en que alguien te quiera lastimar, en esa medida ese alguien se lastima a si mismo. Pero el problema es de él y no tuyo.
Cuando miremos con ojos de niño, tal vez entenderemos cómo es este juego de vivir y evolucionar.
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