Déjame poner ungüento curativo sobre las heridas. Esas tiernas heridas que tienes alrededor de una poderosa muralla. Sí, dame esas viejos y las nuevos. Mi amor imparable nunca termina hacia ti. Corre hacia Mí con lo que te duele. Ven y cuéntame sobre tu día. Déjame ser parte de todo lo que pasas en la vida. Te mantendré en la seguridad bajo Mis alas. Libérame todo a Mí. Sentir las preocupaciones mundanas se funden en un charco en el suelo. Voy a establecer una alegría increíble sobre tu vida a pesar de todo lo que sucede a tu alrededor. Deseo que puedas superar cualquier tormenta y reírte de la adversidad. Te mostraré la perspectiva correcta para tener en todo.
El Padre Nuestro desde el otro lado
Hijo mío, que estás en la tierra,
haz que tu vida sea
el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino
en cada paso que des,
en cada decisión que tomes,
en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mi, y conmigo.
Esa es mi voluntad
en la tierra y en el cielo.
Toma el pan cada día
consciente de que es un privilegio
y un milagro.
Perdono tus errores,
tus caídas, tus abandonos,
pero haz tú lo mismo
con la fragilidad de tus hermanos.
Lucha por seguir
el camino correcto en la vida
que yo estaré a tu lado,
y no tengas miedo
que el mal no ha de tener en tu vida
la última palabra. Amén
Autor: José María Rodríguez Olaizola
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